miércoles, 1 de julio de 2015

Límites de las prácticas de BDSM

Hoy en día está muy de moda practicar BDSM, es decir, dominación y sumisión (para abreviar lo que cada una de las siglas del BDSM significa). En general, hay personas a las que les gusta dominar en el sexo y personas a las que les gusta ser sumisas de las otras, que les gusta obedecer o dejar al otro la búsqueda de su placer (algo que, quienes lo han probado, dicen que es muy satisfactorio porque
no tienes que preocuparte por ti, solo dejarte llevar).

El problema que muchos no entienden son: ¿cuál es el límite de las prácticas de BDSM? Porque sí, hay un límite.

Las relaciones de dominación y sumisión

En una relación de dominación y sumisión hay una persona que es la que lleva la vara de mando, el o la dominante. Esa persona controla a una segunda, un o una sumisa, para que haga todo lo que él o ella quiera.

Por ejemplo, puede pedirle que esté de rodillas en en suelo hasta que le diga lo contrario, pudiendo pasar minutos u horas. Puede pedirle que se coloque unas pinzas en los pezones y aguante el dolor, que aguante si le da un azote en el trasero, o dos, o tres...

Pero, ¿cuál es el límite entonces? ¿Hasta dónde se llegue en las prácticas de BDSM?

Una de las primeras premisas que, los practicantes de BDSM tienen en cuenta es que, antes de jugar, hay que hablar. Hay que saber los límites que tiene esa persona con la que se va a tener sexo diferente, quizás extremo; hay que saber si le da miedo algo, si podrá tolerar ciertas actividades, actitudes o situaciones en las que se va a ver sometida.

Por supuesto que algunas cosas no gustan, pero es el placer de satisfacer a la otra persona lo que hace que se aguante. Hasta un límite, por supuesto.

¿Y cuál es ese límite? El bienestar de la persona. Una persona puede estar pasándoselo bien recibiendo dolor hasta que se alcanza su límite y se rompe el placer. Ahí es donde nunca se debería llegar por un buen dominante porque, entonces, el juego pierde su efecto y, lo que era un buen momento, pasa a ser un tormento, más si no te das cuenta y continúas. Es por eso que, para practicar BDSM, hay que conocer muy bien a la persona porque, en ocasiones, solo por satisfacer al otro, se sobrepasan los límites hasta que la mente no puede más y es cuando se puede llegar a crear un trauma.

Por este motivo existe un semáforo de color del cual seguramente habrás oído hablar en alguna ocasión: verde, para que se siga adelante pudiendo incluso aumentar el dolor que se da a la persona sumisa; amarillo, cuando se está bien pero no se quiere recibir más dolor, solo mantener lo que pueda estar haciéndose en ese momento; y rojo, para detener el juego (y es imperativo, una orden que hay que cumplir cesando todo dolor (o placer)) y dejar descansar (y hablar sobre lo que ha pasado).

Cada una de las personas que practican este tipo de relaciones sexuales marcan sus propios límites que no son fijos. En ocasiones, debido a la confianza con la otra persona o a otros motivos, se consigue que esos límites se extiendan más allá. Por ejemplo, personas que tienen pánico a jugar con las agujas pueden, en un periodo de tiempo, tolerar que se les pinche con ellas, aunque sea unos minutos, cuando antes no las querían y huían si alguien se acercaba con ellas.

Otros límites dentro de las relaciones de dominación, sumisión, sado, etc. es la pérdida de voluntad o libertad. Si bien hay que tener en cuenta que hay un dominante (o dominanta) y un sumiso (o sumisa), ellos deben tener voz y voto, salvo que hayan pedido lo contrario, y no perder su libertad para que el otro o la otra haga lo que quiera porque entonces no llegaría a ser dominación y sumisión sino simplemente esclavitud (cosa que también existe pero hablaríamos de una relación extrema en este caso).

Así, puedes tener:
  • Límite absoluto. Cuando no se quiere hacer algo de ninguna forma. Por ejemplo, sexo con animales, azotes en los pechos, etc.
  • Límite negociable. Cuando solo aceptarías algo bajo una condición específica. Por ejemplo los tríos solo cuando conozcas a las dos personas.
  • Límite positivo. Cuando hay un límite pero se puede traspasar siempre y cuando no entre en conflicto con otros.
  • Sin límites. Cuando no hay límites. Este es muy complicado de alcanzar.

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